Hace unos días, al poco de llegar a las oficinas de la empresa en la que trabajo, me acerqué a la salita donde tenemos la máquina de cafés. La sala tiene lo mismo que la de cualquier otra empresa, nada especial. Me planté frente a la máquina, inserté la tarjeta prepago en el lugar adecuado y ésta mostró en el display (la pantallita) mi saldo disponible… No llegaba ni para pipas. Me rasqué los bolsillos en busca de monedas con la que recargarla, pero no encontré nada. Entonces me salió del alma un “¡Vaya! No llevo un chavo”, y me volví a mi sitio sin el tan necesitado café. Empezaba mal la mañana.
Más tarde recordé haber leído en los medios de comunicación una noticia de esas que Seguir leyendo →