Dicen que Winston Churchill dijo una vez que “los Balcanes producen más historia de la que son capaces de digerir”. Pues bien, con los avances tecnológicos pasa lo mismo, pero esto no afecta sólo a los balcánicos, sino a todos, sin excepción, aunque no seamos conscientes de ello. Si uno se da un garbeo por alguno de los muchos foros y blogs de noticias sobre tecnología que existen, se dará cuenta de que el número de novedades diarias es abrumador. No nos da tiempo a comprender el alcance de todas ellas, ni de broma.
Muchas de esas novedades llevan aparejadas nombres nuevos que alguien ha inventado para diferenciar su novedad de lo que había antes. Y aunque hay que reconocer que en ocasiones sólo se ponen nombres nuevos a cosas que ya existían -al fin y al cabo ¿un muffin no es una madalena?-, en los últimos años han aparecido muchos palabros nuevos que en la mayoría de los casos nos dejan indiferentes porque ponen nombre a conceptos tan novedosos que no los habríamos imaginado nunca. Sólo con algunos de esos palabros nos ocurre que, pasado el tiempo, acabamos oyéndolos tantas veces que al final llegamos a hacernos una idea de lo que significan, los interiorizamos, y a veces hasta los acabamos entendiendo y dominando. Es un comportamiento natural, “adaptación” lo llaman, o algo así.
Esto es lo que pasó con palabros como Internet (la conocida “red de redes”), Smartphone (un ordenador con teléfono incorporado, o al revés), Cloud (“la nube”, decimos por aquí), y otros muchos.
Pues bien, en los últimos tiempos hay dos de estos nuevos palabros (que no son tan nuevos en realidad) que nombran conceptos muy prometedores en un futuro más inmediato de lo que pensamos. Son Computación cuántica e Inteligencia artificial (IA, para abreviar). Aunque aquí intentaré explicar para qué sirve el primero, los investigadores de la IA están expectantes e impacientes con él, porque permitiría un grandísimo avance en su propio campo, por lo que la relación es evidente.
Describir el mundo de “lo cuántico” implica comprender y explicar una serie de fenómenos físicos muy, muy raros y muy, muy complejos. Tanto, que la física que todos conocemos, la de toda la vida, la que estudiamos en el cole, no es aplicable. No voy a meterme en ese cenagal. Sólo diré que el meollo de la computación cuántica está en que si los ordenadores actuales se basan en unos y ceros (los bits), en los cuánticos todo es dependiente de probabilidades (los qubits). Esto lo complica todo mucho, pero por raro que parezca, también ofrece una capacidad de cálculo muchísimo más grande y rápida que la de los ordenadores convencionales, y de ahí el interés en desarrollar esta tecnología.
Prefiero pasar a explicar en qué situación está ahora la computación cuántica, que se espera de ella, cuándo tendremos “ordenadores cuánticos” y en qué nos afectará en un futuro que posiblemente esté más cerca de lo que creemos. Vamos allá.
La situación actual es que, sin estar en pañales, falta un trecho importante hasta que podamos hacer un uso comercial y, sobre todo, personal de la computación cuántica. Existen algunos prototipos, y algunos se han publicitado como si ya se hubiera dado el salto a producto comercializable, pero no dejan de ser piezas de laboratorio. Estamos ante una carrera tecnológica por ver quién se lleva el gato al agua (el de Schrödinger) y se convierte en el primero que pone un cacharro de esos en el mercado, y los competidores son los de siempre: IBM, Google, Microsoft, Intel…
¿Y cuándo podremos disfrutar de su presunta enorme capacidad? Pues como dijo Niels Bhor: “es difícil hacer predicciones, sobre todo cuando se trata del futuro”. Pero parece que aún falta mucho hasta que veamos que los “ordenadores cuánticos” aparecen en el catálogo de Mediamarkt. Y esto es porque a los científicos que trabajan en ello todavía les quedan por resolver unos cuántos problemillas físicos y técnicos de ná, como por ejemplo que ahora mismo sólo pueden trabajar en entornos a temperaturas próximas al 0 absoluto (273º C bajo cero). Bueno, pues lo dejaremos para el verano… Y aunque en cualquier momento puede aparecer un avance que dé solución a eso, aún quedarán otros retos iguales o más difíciles todavía. En resumen, que parece que la cosa va para rato. Algunos hablan de 10 años, ya se verá.
Vale, pero y todo ese esfuerzo ¿para qué? ¿Qué es lo que cambiará de usar ordenadores convencionales a cuánticos? Pues un poco lo de siempre: Para el usuario de a pie, al principio no notará nada directamente porque no podrá substituir de un plumazo el portátil de casa o el PC del trabajo por uno de estos (por el coste, básicamente), sino que los cambios le vendrán de manera indirecta, sin darse cuenta, porque los primeros clientes serán las grandes corporaciones, antes incluso que muchos gobiernos. Y después, con el paso del tiempo, acabaremos llevando un ordenador cuántico en el bolsillo como el que ahora lleva un Smartphone, o sea, que tampoco seremos conscientes de la potencia que tiene lo que llevamos.
La computación cuántica promete una velocidad de cálculo muchísimo más grande que la de los grandes supercomputadores actuales (que ya es mucha) y tendrá aplicaciones directas en entornos científicos (simulaciones muy complejas, búsqueda de nuevos fármacos, etc.). Esas cosas que actualmente tardan semanas o meses se podrán hacer en tiempos de horas o minutos. Esto provocará revoluciones en muchos campos y, por tanto, representará una muy enorme cantidad de negocio… Suele ponerse como ejemplo que la computación cuántica destrozará la criptografía actual porque romperá en muy poco tiempo los códigos actuales más seguros y habrá que inventar una nueva criptografía. Pero un campo donde se la espera con ahínco es el de la Inteligencia Artificial, porque combinar ambas ramas permitiría acercarnos un montón a conseguir “máquinas realmente inteligentes”, que ya se verá si eso es bueno o malo, pero que abriría nuevas fronteras en innumerables campos de aplicación.
Vamos, que “lo cuántico” ha venido para quedarse. De entrada, no lo percibiremos, pero estará ahí. Todavía no podemos disfrutar de ello, por los grandes desafíos que presenta su desarrollo, pero lo que está claro es que el interés que suscita es tan grande que, tarde o temprano, alguien lo logrará seguro porque lo que promete es mucho negocio en muchos ámbitos.
Leí una vez que un lema de la americanísima NSA era que “nada es imposible, sólo cuesta un poco más”. Pues aquí lo mismo.