Hace poco tuve la oportunidad de volver a ver la película El código Da Vinci. Ya había leído el libro hace mucho tiempo, antes de verla por primera vez, pero es una historia de esas que me gustan por lo interesante del argumento y lo trepidante de la acción, aunque ya sepa cómo acaba y que es ficción.
Si conoces esa historia, habrás podido apreciar un mensaje nada subliminal y que hace de hilo conductor de la narración: A lo largo de la Historia se han hecho muchos y grandes esfuerzos por proteger la información “sensible” frente a quienes no se quiere que accedan a ella. De ahí que apareciera eso que se conoce como criptografía, que resumiendo mucho se podría definir como el arte de transmitir información de manera segura.
Si trasladamos eso a nuestro mundo, podríamos considerar que la información “sensible” que queremos proteger es la que se encuentra los discos duros de nuestros ordenadores, en nuestros pens o lápices de memoria, e incluso en nuestros smartphones y tablets. Esa información puede ser contable o financiera, expedientes, declaraciones de renta, fotos y vídeos familiares y documentos de todo tipo y contenido…
La primera pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿Esa información puede ser interesante para alguien, aparte de nosotros mismos? Aunque no nos lo creamos, la respuesta casi siempre es sí, porque en esa información está nuestro trabajo, nuestra reputación, parte de nuestra vida, y probablemente también la de otros. Y ahí está la raíz del problema, porque eso convierte a esa información en deseable.
Vale, de acuerdo. Ya nos hemos convencido de que debemos proteger nuestros datos, y lo mejor es que hemos llegado a esta conclusión por nosotros mismos sin necesidad de recordar que existe una cosa llamada LOPD.
La segunda pregunta es: ¿Y cómo lo hacemos? ¿Cómo protegemos nuestros datos de manera segura y fiable? Porque claro, puedo establecer avanzados sistemas de control de acceso a mi red, o llevarme a casa el portátil (que para eso lo es) con los datos sensibles… Pero, ¿y si me lo roban o lo pierdo?.
En un determinado punto de aquel libro, uno de los malos llega a un callejón sin salida cuando, siguiendo pistas, descubre un mensaje que reza “Job 38:11”, que es un pasaje de la Biblia que viene a decir “Llegarás hasta aquí, no más allá”. El malo se llevó un buen chasco. Y la buena noticia es que podríamos conseguir un efecto parecido con nuestros discos y pens de manera relativamente sencilla.
Desde hace años existen aplicaciones que permiten hacer una cosa muy interesante. Consiste en encriptar por completo los discos con una contraseña que sólo nosotros conoceremos. Y si lo que encriptamos es un pen o un disco externo, al enchufarlo en cualquier otro ordenador nos pedirá esa contraseña. De esta manera, aunque nos lo roben o lo perdamos, nadie podrá acceder al contenido porque desconocerán la contraseña. La encriptación se realiza en tiempo real y de manera transparente, es decir, que mientras trabajamos normalmente los datos se encriptan antes de grabarlos y así están protegidos siempre. No se trata de no perder la información, sino de que otros no puedan acceder a ella.
Hay empresas que implantan estos sistemas de manera obligatoria en todos sus ordenadores y discos. Por supuesto, también pueden aplicarse en el ámbito personal, ya que algunas de estas herramientas vienen de serie con los sistemas operativos modernos.
Hemos de concienciarnos de que proteger nuestros datos es importante. Consiste en proteger nuestra vida y nuestra actividad profesional o laboral, y las de los que nos rodean. La opción de encriptar los discos nos puede proporcionar confianza si, por desgracia, nuestros discos caen en malas manos. Nos permitiría mirar a la cara (virtualmente) a los ladrones y decirles lo mismo que dijo Job.
Por supuesto y como siempre, en Prodex estaremos encantados de ayudarte si deseas averiguar cómo encriptar la información de tus dispositivos de almacenaje. Estamos abiertos a comentarios y/o consultas.
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¡Hasta nuestra próxima publicación!